sábado, 28 de diciembre de 2013

Echándonos de menos.

Y en mitad de la noche se me abrieron los ojos, como platos, inyectados, sudores fríos recorrieron mi sien.
Entonces llegó a mi nariz ese olor, peor que cualquier perfume, volvería loco al más cuerdo, lo puedo jurar. Era ese olor, era su olor.

Miles de fantasmas aparecieron en ese momento, miles de recuerdos inundaron mi cuarto en ese instante.
De los primeros a los últimos.

Desde el baile de sus caderas por la habitación a su forma particular de mirarme apoyada en la cama pasando por las estrellas que contamos juntos en aquel techo.
Al rato llegaron otros con un sabor más amargo, empezaron las promesas que cayeron al suelo por su propio peso, las hojas llenas de cosas que nunca dije, la papelera llena de folios con su nombre.

Mi cabeza también trajo el ruido de mi frente golpeando contra aquellas paredes, como quien choca con la realidad, maldiciéndome una y otra vez por dejar que se fuera, por no hacerla feliz.
Creo que mi subconsciente me quería castigar una vez más, recordarme que su sonrisa jamás volvería a esa habitación fría, extraña y oscura en la que se convirtió desde que ella giró el pomo de esa puerta.
Como echo de menos sus andares, su forma de moverse y la forma en la que hacía bailar a mis ojos tristes.

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